
“Entramos en una nueva etapa de incertidumbre en nuestra profesión, que ya quedó muy tocada en la pasada recesión, y que se va a agravar cuando se cierre la posibilidad de seguir con los ERTES en las empresas informativas”. Así se expresó Nemesio Rodríguez, presidente de la Federación de Asociaciones de Periodistas de España (FAPE), a la que pertenece la Asociación Española de la Prensa Deportiva (AEPD), que preside Julián Redondo, en un debate en el que participaron también Carmen del Riego, Fernando González Urbaneja y Ramón Alonso.
Como consecuencia de la Pandemia y de una crisis que nos alcanza “sin piedad”, el propio presidente de FAPE apuntó que “no entiendo cómo el Gobierno nos ha considerado un servicio esencial durante la pandemia y ahora se muestra reticente a aplicar un plan de ayudas a la Prensa que asegure la supervivencia de la que es uno de los pilares de las democracias” y fue rotundo al indicar que “la tremenda polarización política que vive nuestro país se ha trasladado a los medios. Hay que volver al núcleo del periodismo, a la separación nítida entre información y opinión, a contrastar la información y a respetar los derechos de terceros: a la intimidad, al honor, la presunción de inocencia, a la rectificación”.
Hoy todos apuntan a que, por ejemplo, en la Comunidad Valenciana se avecinan horas muy difíciles para los periodistas hasta el punto que, en breve, un ERE afectará a un medio de comunicación en Alicante, concretamente a 22 trabajadores de los cuales 17 son periodistas. De esto y mucho más publicó recientemente La Vanguardia un artículo escrito por Salvador Enguix Oliver, periodista y doctor de Comunicación por la Universidad de Valencia, licenciado en Ciencias de la Información por la Universidad Autónoma de Barcelona y profesor de Periodismo Político en la Universidad de Valencia.
Los periodistas deportivos también van a sufrir las consecuencias de esta situación y todos temen por sus puestos de trabajo. Reproducimos el artículo de la Vanguardia titulado “Silencio, despiden periodistas”:
“En las próximas semanas varias redacciones de diarios valencianos o de delegaciones de diarios nacionales van a quedar reducidas o mermadas con los despidos de redactores y redactoras anunciados. Y más allá de algún comunicado de los afectados o de alguna asociación profesional, el silencio es profundo, ensordecedor. Recuerdo cuando los medios (no todos, cierto) nos volcamos en denunciar los despidos en Canal 9, por ejemplo (si tienen dudas miren las hemerotecas). Políticos, agentes sociales y una larga nómina de notorios y notorias voces clamaron, con justicia, por evitar el drama, que finalmente el PP ejecutó.
Pero cuando esto sucede a periodistas de medios privados muchas voces callan (también en À Punt ahora, que quede claro); incluso recientemente los hubo en el ámbito político que hasta se alegraron. Es decir, aplaudieron que hombres y mujeres perdieran un derecho fundamental en la vida como es el del trabajo y, con él, los ingresos necesarios para poder tener una vida digna, ellos y sus familias. Peor aún, pocos les reprocharon su indigna actitud, que prodigaron en las redes sociales; espacio en ocasiones convertido en basurero de los peores esputos.
Despiden periodistas y ese silencio confirma que son muchos los que, en definitiva, desean ver unos medios de comunicación más débiles; porque la fuerza de un periódico en papel o digital, de una radio o de una televisión, no es otra que su gente. Son los mismos que después, en las redes sociales, quieren emular este viejo oficio alimentando sus reflexiones sobre el trabajo de esos mismos periodistas que se mueven bien en la trinchera, entre los barros de la política, la economía, la cultura, los sucesos o el deporte, entre otros.
Muchos, además, son políticos o ex políticos (también hay algunos académicos) contentos con el fin de la intermediación de los medios de comunicación tradicionales, que han encontrado la vía adecuada para llegar a la opinión pública sin que un periodista tenga que tocar las narices contrastando esa información.
No se equivoquen; lo que les fastidia a estos es que desde el periodismo se cuestione “su verdad”. Nada nuevo; la pulsión de machacar a los periodistas existía antes de la eclosión del paradigma digital; la diferencia es que ahora se percibe, y que no se cortan, van a cara descubierta.
Parece una obviedad, pero sin periodistas no hay periodismo; y yo les añado más: sin periodistas en buenas condiciones laborales es muy difícil ejercer este oficio con independencia. Esto explica que no sean pocos los que deciden abandonarlo, abrazando nuevos trabajos en gabinetes de comunicación institucional o corporativa; pagan mejor que en muchos medios de comunicación y los horarios no son tan duros. Es comprensible. Muchas buenas firmas han abandonado la trinchera en estos meses. Una pena.
Esta situación alcanza a los alumnos y alumnas de periodismo, a los que muchos profesores y profesoras insuflan pesimismo y desánimo sobre el futuro de la profesión; y cada año se gradúan casi 700 en la Comunidad Valenciana, entre Periodismo y Comunicación Audiovisual. Yo siempre les digo lo contrario, porque es mi convicción. Es un oficio duro, mal reconocido, con enemigos en cada esquina y con no pocas dificultades para encontrar una buena empresa; pero es el oficio más apasionante que se pueda ejercer.
Los que callan ante esta realidad creen también que cualquiera puede ejercer este oficio, aunque nunca en su vida haya cavado una trinchera, ni siquiera un simple breve en una hoja parroquial. Y desde esa premisa, si cualquiera puede ejercerlo para qué narices necesitamos los periódicos. Es, en definitiva, lo mismo que piensan Donald Trump, Bolsonaro o Boris Johnson, y con los efectos conocidos en las sociedades que aún gobiernan.
Tomen nota, porque el periodismo no morirá y no tardará en salir fortalecido, como ya se observa en EE.UU.; y a los que callan no digan después que alzaron la voz, porque será una mentira, o como ahora dicen los académicos una fake news.”