Por Julián REDONDO, presidente de la Asociación Española de la Prensa Deportiva
Año 2013. España tiene que organizar el Mundial de Balonmano. El país sale de la crisis de 2008 a trompicones. Juan de Dios Román, el presidente de aquella Federación entrañable, hace lo posible y lo imposible por captar patrocinadores. En cualquier acto se le ve con una abultada carpeta bajo el brazo. Trabaja las 24 horas del día y los siete días de la semana por sacar dinero de debajo de las piedras para que España cumpla y celebre el Mundial. Después de mil gestiones y muchísimas noches sin dormir, aún con la pintura fresca, como en la Atenas de los JJOO de 2004, Juan de Dios consigue que aquello arranque. Y no sólo eso, España gana el Mundial. Tenía entonces 70 años y se dejó muchas plumas en el camino. También generó envidias dentro de su Federación y hubo quien quiso apuntarse el “tanto”. Juan de Dios miró para otro lado. Él no era un miserable, un personaje ruin como alguno que le rodeaba. Era un señor a quien le importaba más el balonmano y la imagen de su país que las medallas. Aquel Mundial forma parte de su enorme legado.
En 2019 le detectaron un cáncer. Se propuso vivir con él, luchar contra él y salir victorioso, como en la batalla de 2013… Quién sabe si mermado por todas las energías que consumió entonces no pudo derrotarlo y el sábado, 28 de noviembre de 2020, falleció. Hubiese sido uno de nuestros invitados estelares en la Gala Nacional del Deporte que no pudimos celebrar el 16 de marzo en Teruel. Cuando recibió la invitación, emocionado, me escribió: “Querido Julián, aún no me encuentro en condiciones de viajar. Recuperación en La Paz y desplazamientos en silla de ruedas y poco tiempo. Lo siento muchísimo. Os deseo un gran éxito. Te ruego saludes a la Junta Directiva en mi nombre. Un abrazo”. Me quedo con ese abrazo y algunos más que intercambiamos con posterioridad, durante el confinamiento. El 20 de marzo me daba el pésame por la pérdida de Chema Candela. El 12 de julio mantuvimos la última “conversación”. “Hola amigo –me escribía por guasap–, te sigo (estaba al tanto de mi empeño por publicar Crónica de una putada colosal) y ello me da margen para pensar (y desear) que no tienes problemas en época tan delicada. Yo estoy bien. Tranquilo, leyendo y preocupado con el deporte, especialmente con mi especialidad. Un abrazo”. Fue el último que intercambiamos. Descansa en paz, amigo, como otros amigos que este malhadado 2020 se nos está llevando. Ya queda menos para el 21 y para salir, esperamos, de este infierno.