Por Julián Redondo | Martes 29 de agosto, a las 12:38. “Guasap” de Gironella: “Buenos días. Contento porque acabo de salir del servicio de nefrología del hospital San Jorge, de Huesca, y su directora, Inés Beired, acaba de darme otros tres meses de vida plena; o sea, sin diálisis. Así, pues, salvo sorpresas, puedo circular hasta mitad de noviembre, que volverá a revisarme. Un abrazo”. Aprovecha la prórroga, le dije, y le mandé el que no sabía que sería un último abrazo. Según terminé de leer el “guasap” pensé: “¡Qué jodío!, Javier, no hay quien te prive de la Festa del Tossino”.
Le gustaba comer. Y fumar puritos, o puros. Y conversar. Cuánto placer escucharle, porque mientras él hablaba yo aprendía. Aprendía periodismo, también lecciones de vida de un tipo que al poco de levantarnos la veda en la pandemia se vino un 17 de septiembre de 2020 desde Huesca hasta Madrid, a la presentación de mi último libro, “Crónica de una putada colosal”, cuando ese tipo de actos se celebraban con todo tipo de precauciones. De Huesca a Madrid… No era perezoso ni pusilánime.
¡Qué putada, Gironella! Era, sobre todo, un amigo. Y un personaje irrepetible, alma y corazón de la Asociación de la Prensa Deportiva de Huesca, donde me dio cobijo -y yo, tan feliz-, y un colaborador extraordinario de la AEPD, siendo directivo o sin serlo.
Hoy estamos tristes, muy tristes; pero no derrotados, porque su recuerdo nos reconforta. Descansa en Paz, amigo Gironella. Desde la AEPD, tu otra Asociación, nuestro más sentido pésame a tu familia y amigos, que son multitud.
*PD. A continuación, la mejor descripción de Javier. Gracias por compartirla, Javier García Antón (Diario de Huesca).
El periodista Javier Gironella Falces ha fallecido esta tarde de manera repentina con 80 años de edad y deja la estela de toda una época del periodismo oscense que ha vivido con su personalidad pasional, con su prolijidad y con su versatilidad propia de los tiempos tan dispares en los que ha vivido todas las atmósferas y coyunturas posibles dentro de los medios de comunicación.
Francisco Javier Gironella Falces, gerundense de Figueras, sobrino del prolífico literato José María Gironella («Los cipreses creen en Dios», «Ha estallado la paz»), ha distribuido sus amores territoriales entre sus tres patrias: su Cataluña natal, la Navarra donde aprendió la profesión, dio sus primeros pasos y empezó a edificar su familia, y Huesca. Nunca ha dejado de profesar cariño hacia las tres regiones, entre las que se ha desenvuelto con el dinamismo que le caracterizaba.
Ha dejado huérfanos de su presencia a su mujer María Inés Aráiztegui e hijos Nuria, Ana, Inés, Montse y Javier. El funeral tendrá lugar el día 29 de septiembre a las 11:30 horas en la Iglesia de María Auxiliadora.
UNA TRAYECTORIA LARGA E INTENSA
La de Javier Gironella, nacido el 10 de abril de 1943, ha sido una trayectoria tan larga como intensa. Como diría su buen amigo Antonio Martínez Toro, Gironella ha muerto con las botas puestas, sin dejar ni un instante de rendir culto a través de la escritura y la comunicación -recientemente más pródiga en tertulias radiofónicas y en su perfil de Facebook- a una vocación que le llegaba por vena familiar y para la que se formó en la Universidad de Navarra (entonces Instituto de Periodismo). Allí, donde conoció a María Inés, comenzó el ejercicio de la profesión que nunca le abandonaría en rotativos navarros (La Voz de España, Unidad y la emisora La Voz de Navarra) en los que estuvo rodeado de viejos maestros, como le gustaba recordar. Anteriormente, había firmado en el semanario Ampurdán de su ciudad natal.
En 1976, llegó a Huesca para incorporarse a Nueva España dirigida por Juan Antonio Foncillas. Vivió y protagonizó el episodio de la venta como Medio de Comunicación Social del Estado a la nueva sociedad, Publicaciones y Ediciones del Altoaragón SA, y la transformación de la cabecera a Diario del Altoaragón, ya bajo la Dirección de Antonio Angulo. En medio, durante un breve plazo de tiempo, trabajó a las órdenes de Rosa Paz Macazaga.
En ese proceso de cambio, compaginó su labor de redactor-jefe en el diario con su nuevo puesto en el Archivo Histórico-Provincial, en su condición de funcionario absorbido en la transición referida de un medio público a uno privado, que permitió la elección entre continuar en la nueva sociedad o adquirir la naturaleza funcionarial.
En ese periodo, nos conocimos el 2 de diciembre de 1985 y convivimos en la misma redacción más de un año y medio hasta que definitivamente dejó la empresa. Míticos eran sus habanos, su tipómetro que colgaba tras la oreja mientras maquetaba las páginas de España, Mundo y Economía, algunos que otros ronquidos («tengo que alimentar a cinco bocas» era una de sus expresiones más sonadas) y su celeridad resolutiva. De paso, mandaba, y mucho, se quedaba al cierre y ponía todo el ímpetu en que todo saliera como debía.
Con madera de líder, se preocupaba de organizar una comida mensual en La Española, lides coordinadoras que combinaba con Antonio Angulo y Félix Fernández-Vizarra, mientras los querubines acudíamos curiosos a aquellos foros donde lo de menos no era la comida -ni mucho menos-, pero el remate final estaba impregnado de humor y de algunas pullas.
Javier se tenía que multiplicar (otra vez las bocas), y por eso se afanaba en atender algunas corresponsalías como las de Marca, Radio Nacional y EFE, en asesorar en comunicación a organizaciones empresariales (Ceos, Hostelería y Metal), en ofrecer sus servicios al Peñas Recreativas en los tiempos de Huesca La Magia en los que además se convirtió en el hombre en la ciudad de la agencia encargada, en contribuir a los negocios de los Acín. En 1987, definitivamente dejó Diario del Altoaragón y adquirió responsabilidades que le atribuyó la administración en el Departamento de Industria, Comercio y Turismo del Gobierno de Aragón, como la organización de Universiadas, las labores para candidaturas olímpicas o los Campeonatos del Mundo de Patinaje Artístico. Su apego a Jaca también motivó su oficio para el Festival Folklórico Internacional de los Pirineos. Y en el deporte llegó a asesorar al Huesca.
Transitó en su desempeño como servidor público por distintas jefaturas («los señoritos», como le gustaba tildar con su socarronería característica), hasta acabar en la Delegación del Gobierno de Aragón en Huesca donde se jubiló, mientras se expandía en su hiperactividad por algunos voluntariados como la Festa del Tossino con su incombustible amigo Javier Solanes y una de sus obras predilectas: la Asociación de Prensa Deportiva de Huesca en la que hasta hoy mismo ha sido el secretario general y organizador inagotable de galas del Deporte, ora con Jaime Ferrer como presidente, ora con Martín Pena. También ha sido un gran colaborador de las Comunidades Aragonesas en el Exterior con su amigo Cosme García Mir. De hecho, hace diez años (2013) fue galardonado como Aragonés de Mérito.
Hasta el último momento ha respirado periodismo, ora en la tertulia de Onda Cero, ora en la Asociación de la Prensa Deportiva, ora en cualesquiera citas donde era llamado, para reconocerle como ampurdanés de honor. Con su genio, con sus verdades apodícticas lanzadas por la fortaleza de su voz, con esa capacidad que en ocasiones tenía para inspirar ternura. Autor de los «Hitos marianos de la ruta jacobea», Javier Gironella fue un viajero penitente, con poca pereza para los itinerarios y menos para aplicarse con buenas viandas (si fueren abundantes, mejor, ya harían su labor los médicos). Ahora emprende el último viaje después de una vida tan intensa que deja la paz que la ha disfrutado a su manera. Como persona de probada afanosidad y de hondas tradiciones. Sin un resquicio al sosiego. A eso se le llama una vida con personalidad.