
Llevaba dos años arrastrando esa terrible enfermedad: cáncer. José María Íñigo prefirió ocultarla. Lo que no escondió fue su profesionalidad. Internet nos informa de todo lo que hizo. Carrera excelente y magistral. Esencial para aprender. Pero yo me quedo con esta forma de ser tan suya, desvelada por Pepa Fernández: «José María nunca traicionó un principio que marcó su vida y su carrera: no hacer nada en los medios que no pudieran leer, ver y escuchar su hijos. Nada que le avergonzara». No encuentro una definición más acertada de lo que debería ser el periodismo. Si algún colega traiciona estos principios -y me temo que alguno hay-, aún está a tiempo de rectificar. Gracias Íñigo. Y descansa en paz.
Julián Redondo
Presidente de la AEPD