Los periodistas deportivos siguen trabajando, quieren seguir escribiendo y hablando, dándole vida a la radio, a la televisión, a Facebook, a sus blogs, a todo aquello que sirva para hacer públicas sus ideas y sus conocimientos. Para contar la verdad. Sueñan y luchan para que el balón vuelva a rodar, para que las ruedas de las bicicletas no dejen de girar y para que los gimnasios se abran y nuestros deportistas puedan preparar los campeonatos que han de llegar y los Juegos que siempre serán olímpicos.
Pero el Covid 19 nos ha perseguido, como a todos. Hemos perdido a grandes amigos y hemos disfrutado con la recuperación de muchos que saben muy bien lo que es una cuarentena y “triunfar” en un hospital. Muy posiblemente donde el “ataque” fue mayor en el mes de marzo fue en Álava. Nos cuenta desde Vitoria el presidente de los periodistas deportivo, Ricardo Guerra, que “para los pocos que somos fuimos muchos los perseguidos”. Ricardo sabe lo que es sentir todos los síntomas del coronavirus, quince días de recuperación y una cuarentena completa. En Radio Vitoria fueron varios los compañeros que vivieron un mes de marzo difícil, pero hoy pueden volver a estar con sus gentes por las ondas. En la Cadena SER Victoria otro tanto de lo mismo, varios en cuarentena y entre ellos el gran Javier Lekuona. Por suerte, se han ido recuperando poco a poco todos y con tele-trabajo viven nuevamente con ilusión en la radio.
Otra de las voces emblemáticas de la radio deportiva, la de Theo Vargas, el locutor que más partidos ha narrado del Cádiz CF, volverá a ser escuchada tras vencer al Covid-19. El veterano periodista, socio de la APD Cádiz, salió este fin de semana de la UCI después de 28 días de enfermedad. Nuestros compañero de Cádiz, desde las redes sociales, así como el propio club de fútbol celebraron esta victoria de forma efusiva con grandes muestras de cariño a nuestro asociado.
Uno de los presidentes que nos ha tenido muy preocupados a todos los miembros de la AEPD, quizás el que más, ha sido el gran Tano Mora, presidente de la Asociación de la Prensa Deportiva de Albacete. Fue tratado maravillosamente en el Hospital General Universitario de Albacete y ya está en casa, ganó su partido, pero para que todos sepan cómo “lo jugó contra el Covid 19” nos los relató de esta forma:
“Desde la declaración del primer estado de alarma y el consiguiente confinamiento me quedé en casa. Muy pronto empezaron los síntomas, fiebre de hasta 39’7 y una fatiga creciente que poco a poco me iba impidiendo respirar cada vez menos. El 26 de marzo, tuve que llamar a Adela, mi mujer, para que me sacase de la ducha y me llevara al hospital, porque ya no podía valerme por mi mismo. Cerca de las 8.30 entré en urgencias. Tras hacerme una placa, el diagnóstico fue tan rápido como duro: «Sin necesidad de hacerle la prueba tiene usted el Covid 19 a un 99 por ciento de posibilidades. Además, tiene usted una neumonía bilateral. Se va a quedar ingresado. No podemos ofrecerle todavía una cama».
Puedo afirmar que fui muy afortunado porque a media tarde un celador vino a recogerme para llevarme a una cama. En todo ese tiempo no vi, ni escuché ninguna mala palabra, ningún mal gesto por parte de los profesionales sanitarios, a pesar del estrés que la llegada en cascada de enfermos suponía para todos ellos. Solamente trabajo a destajo y profesionalidad. A media tarde me subieron a la entreplanta. Una sala de espera había sido reconvertida con urgencia en una sala Covid, donde el personal de mantenimiento se movía como podía entre la aglomeración de camas instalando tubos de cobre por aquí y por allá para llevarnos oxígeno a todos y todas las que estábamos allí.
Cuando entras en esas condiciones, tu capacidad analítica casi desaparece por completo. Estas hecho polvo, una piltrafa, pero en ese momento no eres consciente que en realidad lo que tú, y los que te cuidan estáis haciendo es luchar por tu vida. El sueño y un terrible dolor de cabeza, unidos a un fuerte dolor en el pecho, y la casi incapacidad para respirar se apoderaron de mí. De mi estancia en la sala Covid guardo pocos recuerdos. Pero tengo uno grabado a fuego, dos médicos a los pies de la cama mirándome muy serios tras sus pantallas transparentes…
Domingo 29 y lunes 30 en estado grave. Hasta el punto de plantearse trasladarme a la UCI. Antes de tomar una decisión así, un nuevo intento. Más medicación, y todo el oxígeno que se me pudiera administrar. Afortunadamente mis pulmones reaccionaron. Tu sabes que estas mal, muy mal. Pero aún no sabes con quien estás jugando la partida, ni que cartas llevas, ni contra quien las juegas.
De mi paso durante trece días por la Primera Izquierda, en dos habitaciones, 136 A primero y 134 A, después, solamente puedo dar gracias. Gracias a todos cuantos de una u otra manera pelearon junto a nosotros, limpiadoras, celadores, pinches, auxiliares, enfermeras, médicos…gracias por el trato, por la humanidad con la que, sabiendo nuestro estado, nos trataban. Nunca podré olvidar los ojos de muchas de ellas, porque eso es cuanto veía de sus caras. Jamás olvidaré cuando una de ellas dejó de preguntarme cómo estaba, para preguntarme, qué era lo que me gustaba hacer.
Mientras tanto, oxígeno, medicación y una habitación con los ventanales acristalados translúcidos, trece días aislados, viendo una pared verde, única y exclusivamente. Me propuse tirar hacia delante. Me obligué a leer un libro. Me obligue a salir.
A los 13 días me dieron el alta. La ropa con la que había llegado el jueves 26 de marzo me venía grande, pero yo me veía hecho un pincel. Ya era consciente de a quien le había mirado directamente a los ojos. Con quién habíamos peleado sanitarios y yo. Había entrado en una camilla y me iba por mi propio pie. Al pasar por el control, todos aquellos ojos, todas aquellas profesionales de la sanidad pública del hospital de Albacete que me habían cuidado, rompieron en un aplauso, yo en un gozoso lloro de victoria. Me despedí llevándome la mano al corazón. ¿Cómo olvidarlas, cómo no quererlas? Con todos nosotros habían dado mucho más de lo que pudieran estar obligadas. Nos dieron cuidados, calor, humanidad, nos dieron su vocación y profesionalidad.
Ya llevo en casa un tiempo, sigo enchufado dieciséis horas a una máquina que me sigue dando oxígeno. Si las y los profesionales han sido claves, Adela ha sido imprescindible. No tengo las suficientes palabras para poner en valor lo que ha sido contar con una compañera así. Gracias, y es muy poco decir. Ana y Javier, mis hijos, siempre presentes.
Gracias a todos a corazón abierto”.
En la foto, Tano Mora con el entrenador Enrique Martín.