
Rafael Nadal lo ha vuelto a hacer y los periodistas deportivos, cada vez que el manacorí llega a una final de Roland Garros, se echan a temblar. No por el miedo a la derrota. Todo lo contrario. A medida que pasan los años, la originalidad y los tópicos se van agotando. El mejor tenista español de todos los tiempos obliga a los profesionales de la información deportiva a agudizar el ingenio para calificar sus gestas, cada vez más inverosímiles. Ayer, Nadal consiguió su decimocuarto Roland Garros y, pese a todo, las portadas de los principales diarios que podemos ver hoy en los kioskos siguen manteniendo ese aroma a proeza épica… por decimocuarta vez.
La victoria ante el noruego Casper Ruud por la vía rápida (ganó el español en tres sets) y el buen estado de forma de Nadal hacen que el partido quede en un segundo plano, ya que lo que ayer se vivió en la Phillippe Chatrier de París más allá de una final, fue un capítulo más en la historia del deporte mundial. Con ese enfoque numerosos compañeros de la prensa deportiva española e internacional han abordado sus crónicas. Tienen soltura a la hora de hacerlo, ya que son muchos años que el guión es similar.
Las felicitaciones al campeonísimo también han ido dando una vuelta de tuerca más temporada tras temporada. Ejemplo de sacrificio, entrega, profesionalidad y saber estar son parte de los elogios que se lleva Rafa Nadal tras culminar el Roland Garros en lo más alto. Mucho ha cambiado el relato desde que se llevara su primera ensaladera en 2005, con 19 años. De hecho, muchos profesionales de la información utilizan temporada tras temporada una evolución fotográfica de Nadal a través de las finales ganadas. El recurso es un recorrido visual por el paso del tiempo del tenista, donde además de apreciarse un paulatino cambio físico, hay cosas que se mantienen iguales: el trofeo, su sonrisa y su hambre insaciable de títulos.
Este año, para comprender aún más la importancia de lo que ha conseguido Nadal, se ha hecho énfasis en la lesión que arrastra en su pie izquierdo. Se trata del síndrome de Müller-Weiss, una displasia del escafoides tarsiano que se produce en la infancia y se manifiesta en la edad adulta. Nadal lleva jugando con este síndrome desde los 18 años, lo que nos obliga a tener una retrospectiva aún más meritoria cuando repasamos el inabarcable palmarés del tenista balear.
En definitiva, estamos ante un campeón que nunca da un punto por perdido, que siempre está ahí, haciéndonos disfrutar mientras él sufre por doblegar a sus rivales. Todo un ejemplo de gen ganador que nuevamente exige a los periodistas deportivos encontrar acertados adjetivos para calificar sus logros. Cada vez es más difícil pero él hace historia y nosotros estamos ahí para contarla.
Enhorabuena, Rafa.