La mirada de Carlitos

Por 9 marzo, 2021GRID, Madrid, Noticias
carlosmatallanas

 

Siente y padece. Es consciente de todo lo que ocurre, dentro de su caparazón y alrededor suyo. Le cayó la bomba de demolición en 2014. Estás enfermo de ELA (Esclerosis Lateral Amiotrófica). Diagnóstico criminal. Vivirás no más de cuatro años, le dijeron los médicos. Y fue empapándose del mal que poco a poco le invadía. Es una enfermedad mortal. Una asesina. Te secuestra cada órgano. Vivirás no más de cuatro años. Carlos Matallanas ha resistido siete. En 2015 empezó a alimentarse por medio de una sonda; en 2016 se sometió a una traqueotomía para respirar. Iba ganando batallas y mientras avanzaba no perdía la esperanza. ¿La eutanasia? Claro que se lo plantearon. En su último libro, que ha visto la luz apenas hace dos semanas (La vida es un juego. Estrategia para Mario y Blanca), escribió el epitafio: “No me rendí, arrojar la toalla nunca ha estado en mis planes. ¿Me escucháis bien? No me he rendido. Ni lo voy a hacer. Al menos, yo he conseguido superar la esperanza de vida que me dieron en aquel fatal diagnóstico de 2014”. Pensaba, reflexionaba, animaba a que la Ciencia no se distrajera en la lucha contra la ELA. Mantenía la sonrisa, perenne, la de los hombres buenos, la buena gente, y escribía con las pupilas. Así se comunicaba. Así nos contaba lo que sentía. Así entraba paulatinamente en la inmortalidad. Nadie como él para dar visibilidad a una enfermedad que hoy por hoy no tiene cura, lo que viene a ser una grandísima putada colosal.

 

 

Martes 9 de marzo de 2021, día gris y frío, ventoso en la sierra, desapacible. La noticia, como esta borrasca del fin del invierno, se abre paso entre el anticiclón y el mal tiempo: “Ha fallecido Carlos Matallanas”. Es un palo. Empezábamos a creerle inmortal… ¿y no lo es? Nos quedan sus libros, sus artículos, sus enseñanzas. Su generosidad. Su incansable lucha por la vida cuando parecía que se movía más allá de la muerte: la eternidad. Y nos queda su mirada, la mirada de Carlitos, por la que respiraba, por la que se comunicaba, por la que vivía, por la que nos decía que nunca, nunca, hay que rendirse, y que la vida, pese a todo, la vida es bella. Descansa en Paz, amigo y compañero.

 

 

Julián Redondo, presidente de la AEPD.

 

 

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